jueves, 31 de octubre de 2013

NUEVOS PARADIGMAS DEL CONTROL DE CALIDAD

LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA CALIDAD
El vínculo entre los conjuntos que definen la dinámica de la sociedad, con los cambios necesarios e inevitables y la necesidad de liderarlos, instalan en la Universidad la exigencia de generar y potenciar paradigmas inminentes y fundamentales, destinados a afianzar los vínculos con la Sociedad que integra, proporcionarle nuevos objetivos y condicionar el perfil de su gestión. Al menos tres adquieren hoy particular significado: La Formación (en un sentido mucho mas amplio que el de la formación de grado y postgrado, tal como la venimos concibiendo), la Integración (con una comprensión del momento que abarque la asistencia, la transferencia y la participación pero que las trascienda, acentuando la idea de formar parte) y la Calidad (definida como insumo estratégico que involucre la pertinencia y la excelencia pero que se defina como marca ineludible del ser universitario, de la gestión de su institución y fundamentalmente de las posibilidades de progreso de nuestra sociedad.

Primer paradigma: La formación y orientación del trabajador del conocimiento.
Esta responsabilidad sustancial la instala como protagonista de uno de los cambios fundamentales que definen el nuevo contexto y la obliga a liderarlo: Transitamos un proceso de fuerte contracción en la oferta de trabajo: La mano de obra ocupada, tal como la concebíamos hace apenas un lustro, artesanal, oficiosa, manual y masiva, desaparece aceleradamente.
La concentración de capital, los nuevos modos de producción -las comunicaciones en particular- y la aceleración de los avances científicos en general, apuntan a aumentar eficiencia y productividad, reemplazando mano de obra con tecnología y esto genera la necesidad de contar con cada vez más conocimiento versátil para poder formar parte del sector de la sociedad con oportunidades de progreso. Por eso hoy, en los albores del milenio, a pesar de la creciente expulsión de mano de obra del sistema de trabajo, aún en los países centrales, los recursos más escasos y buscados en cualquier organización son las personas preparadas.
Nace y crece en forma acelerada la Sociedad del Conocimiento y la Universidad debe consolidar su cometido esencial de producir pensamiento creativo y generar aptitudes prácticas para aplicar conocimiento.
Cambian las prioridades de la gente y las preocupaciones sociales del individuo se ven superadas por las preocupaciones individuales y elementales de la sociedad: la igualdad de oportunidades se transforma en una utopía inalcanzable si no existe una sociedad con altos niveles de conocimiento y capacidad generalizada de generar en forma permanente y natural nuevas habilidades. Sólo así puede aspirar a tener oportunidades, el resto, por el contrario, tiene grandes dificultades para acceder a un trabajo calificado, simplemente porque no está capacitado. Quizás puede comer, y hasta trabajar precariamente y mantener a su familia; pero no forma parte de la sociedad aspirada porque no sabe manejar las herramientas que le permitan estar incluido.
El conocimiento pasa a ser un insumo estratégico para agregar valor a cualquier iniciativa, determinante para poder progresar, y su escasez o insuficiencia genera una nueva forma de exclusión que se suma a la de nuestros eternos marginales, tal es la que no permite acceder a las oportunidades que pueda tener nuestra sociedad, aún contando con una estrategia de desarrollo con objetivos claros, con prioridades claramente identificadas, con un sector público con voluntad de comprometerse y con un sector privado e institucional con la intención de involucrarse.
La necesidad social de esta nueva relación instala a la Universidad en un nuevo protagonismo que pueda interpretar la velocidad de los cambios y la mayor complejidad de las organizaciones.
El desafío es ensanchar y versatilizar el compromiso de la Universidad en la transferencia de conocimientos, incorporando nuevos sectores al contacto universitario, diseñando los mecanismos adecuados para generalizar estos procesos y aprovechando cada etapa formativa como un ciclo que permita aumentar la competitividad individual para insertarse activamente en el mercado de trabajo.

Segundo paradigma: La integración y cooperación interinstitucional en la formulación de estrategias concertadas para un desarrollo sustentable y el desarrollo de tecnologías para gestionarlas.
"La Educación Superior y otras instituciones y organizaciones académicas, representan un factor necesario en el desarrollo y la aplicación de estrategias y políticas de desarrollo" (Documento sobre Políticas y Estrategias - UNESCO- 1995)
La Universidad Nacional de La Plata siempre mantuvo fuertes vínculos con las Comunidades en general, y en particular en su zona de mayor influencia, a través de sus Unidades Académicas, atendiendo a sus demandas específicas; sin embargo, hoy la conformación del contexto es diferente y reclama relaciones estructuradas y orgánicas, que interpreten objetivos, identifiquen prioridades, puedan aprovechar oportunidades y permitan en la respuesta, un aprovechamiento integral de todo el potencial universitario.
Pero sólo puede identificarse una oportunidad si existe una estrategia, si no, sólo será una distracción; y sólo puede diseñarse una estrategia si existen algunas certidumbres sobre las cuales basarla. Tener esa certidumbre en un momento signado por la incertidumbre, significa tener conocimiento de las tendencias, de los cambios que se producen en las mismas y sobre todo, estar preparados para afrontarlos.
Los gobiernos en particular y las empresas e instituciones de la Sociedad Civil en general, en cualquiera de sus niveles, además de buenos administradores, deben ser conductores o participar en las decisiones fundamentales que definan los destinos de su comunidad y deben ser gerenciadores de su propio destino -esto también le toca a la Universidad en donde las decisiones que tome hoy afectarán su futuro y el de la región en las próximas décadas-. Deberán innovar y desarrollar su capacidad de iniciativa en forma permanente para poder permanecer y más aún para progresar. Pero en un proceso en el que es necesario imaginar modelos, encontrar caminos y crear los medios a medida que se protagoniza; sin información y capacidad de análisis que la transforme en conocimiento, sin tecnología que oermita utilizarlo en tiempo real , sin profesionalismo y sin una base conceptual clara, que defina, delimite y condicione estas herramientas, es cada vez más difícil producir resultados.
Además, las tecnologías que tienen la mayor influencia en el buen desarrollo de las instituciones -y también las empresas- están fuera de su campo gerencial y por lo tanto el desarrollo de habilidades en su propia organización para aprovecharlas es inexistente, simplemente porque no las conocen. Los trabajadores del conocimiento deberán saber de su tarea más que nadie dentro de su organización, aún más que sus jefes, de lo contrario, su utilidad será relativa y por lo tanto se volverán vulnerables y prescindibles.
Estos aspectos señalan la evolución de un proceso que comienza con un conocimiento preciso de la realidad propia y del contexto, y con la necesidad de definir objetivos propios y compatibilizarlos con objetivos comunes, en procesos de concertación que sepan generar consenso sobre esos objetivos (y contener los discensos y objetivos particulares) en cuanto al rumbo a seguir por una Sociedad. Este proceso continúa en la identificación de prioridades que lo ordenen, comenzando por los factores que, al mismo esfuerzo, produzcan un efecto positivo y solidario mayor. Y que hoy, condicionado por la competitividad en el contexto y por la complejidad de las variables que participan, debe definir parámetros de calidad que vuelvan sustentable la estrategia para lograr el progreso aspirado.
Esta visión de lo complejo instala a la Universidad en el centro de la escena y le exige un esfuerzo formidable para involucrarse, integrarse y aportar a ese objetivo.

Tercer paradigma: La competitividad individual, institucional y social, basada en la calidad.
Quizás la primera definición de calidad en un mundo globalizado y sobre todo en una Sociedad de Masas que consume, esté dada por la falta de quejas. Sin embargo, éste es un parámetro demasiado blando en el contexto de competitividad en que se debate la Sociedad del Conocimiento, que exige que la calidad esté definida por la satisfacción manifiesta de sectores cada vez más amplios. Y por supuesto que no estamos hablando solamente de productos -incluyendo aquellos que una universidad pueda generar-, aún en el sentido más amplio del término: estamos hablando fundamentalmente de calidad de vida y acciones para ayudar a reducir las grandes asimetrías sociales y económicas.
Nuestra sociedad deberá buscar su progreso por vía de la competencia y todas sus instituciones tienen que hacer de la competitividad global una meta estratégica, multiplicando fortalezas y resolviendo debilidades, aprovechando oportunidades y asumiendo riesgos, sin embargo, las ventajas competitivas que la universidad debe promover, serán las que sea capaz de desarrollar - adquirir por sí misma, empezando por el conocimiento y siguiendo por la organización, la creatividad, la transparencia, la innovación, la investigación, la información y hasta la consolidación de la identidad. Todos esos aspectos, en un proceso competitivo serán medidos por su calidad.
Quizás alguno de ellos sea necesario construirlos desde su ausencia, a otros consolidarlos y a otros aprender a generarlos, sin embargo, el objetivo final siempre deberá ser el de liderar los procesos: "Hace falta mucho más energía y trabajo para pasar de la incompetencia a la mediocridad, que de un desempeño de primera categoría a la excelencia" (P.Drucker).
La calidad en nuestra universidad enriquece entonces su significado y alcance con la búsqueda del nivel de excelencia que debe alcanzar toda actividad universitaria, preservando la identidad institucional, la pertinencia de los procesos y la evaluación permanente interna y externa, basada en la necesaria comprensión del contexto.
"La forma de organización académica y de gobierno de la institución, los valores y normas que transmite y la modalidad de su transmisión y, finalmente, el impacto que ejerce y se propone ejercer sobre la sociedad a través de su acción académica de docencia, producción científica, servicios y transferencia y los ideales sociales y culturales que encarna y promueve, son los aspectos a tener en cuenta para la construcción del modelo de calidad y su evaluación, porque es menester que exista pertinencia entre el marco referencial donde se desarrollan los programas universitarios y el abordaje que se hace desde su conceptualización" (Profesora Alicia R. W. De Camilloni)
Dotar de estas herramientas y cualidades a cada individuo, a la sociedad actual y a las instituciones y actores que asumen responsabilidades fundamentales, requiere de nuevos esfuerzos y compromisos de cada uno de ellos y en particular del conjunto de la Universidad.
Abre un nuevo espacio que es necesario estructurar para que sea efectivo en el aporte, donde la conceptualización del contexto, la capacidad de adaptarse a los cambios, la participación calificada, institucional y social, en el proceso de concertación que defina y legitime rumbos, el desarrollo generalizado y la transferencia de tecnologías y habilidades acordes al nuevo escenario, se perfilan como los ejes de la reflexión y el debate, pero fundamentalmente nos compromete a gestionarlos, articulando criterios de eficiencia (de naturaleza económica), eficacia (de naturaleza administrativa), efectividad (de naturaleza política) y relevancia (de naturaleza cultural).





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