LOS NUEVOS PARADIGMAS DE LA CALIDAD
El vínculo entre
los conjuntos que definen la dinámica de la sociedad, con los cambios
necesarios e inevitables y la necesidad de liderarlos, instalan en la Universidad la
exigencia de generar y potenciar paradigmas inminentes y fundamentales,
destinados a afianzar los vínculos con la Sociedad que integra, proporcionarle nuevos
objetivos y condicionar el perfil de su gestión. Al menos tres adquieren hoy
particular significado: La
Formación (en un sentido mucho mas amplio que el de la
formación de grado y postgrado, tal como la venimos concibiendo), la Integración (con una
comprensión del momento que abarque la asistencia, la transferencia y la
participación pero que las trascienda, acentuando la idea de formar parte) y la Calidad (definida como
insumo estratégico que involucre la pertinencia y la excelencia pero que se
defina como marca ineludible del ser universitario, de la gestión de su
institución y fundamentalmente de las posibilidades de progreso de nuestra
sociedad.
Primer paradigma: La formación y
orientación del trabajador del conocimiento.
Esta
responsabilidad sustancial la instala como protagonista de uno de los cambios
fundamentales que definen el nuevo contexto y la obliga a liderarlo:
Transitamos un proceso de fuerte contracción en la oferta de trabajo: La mano
de obra ocupada, tal como la concebíamos hace apenas un lustro, artesanal,
oficiosa, manual y masiva, desaparece aceleradamente.
La concentración
de capital, los nuevos modos de producción -las comunicaciones en particular- y
la aceleración de los avances científicos en general, apuntan a aumentar
eficiencia y productividad, reemplazando mano de obra con tecnología y esto
genera la necesidad de contar con cada vez más conocimiento versátil para poder
formar parte del sector de la sociedad con oportunidades de progreso. Por eso
hoy, en los albores del milenio, a pesar de la creciente expulsión de mano de
obra del sistema de trabajo, aún en los países centrales, los recursos más
escasos y buscados en cualquier organización son las personas preparadas.
Nace y crece en
forma acelerada la Sociedad del Conocimiento y la Universidad debe consolidar
su cometido esencial de producir pensamiento creativo y generar aptitudes
prácticas para aplicar conocimiento.
Cambian las
prioridades de la gente y las preocupaciones sociales del individuo se ven
superadas por las preocupaciones individuales y elementales de la sociedad: la
igualdad de oportunidades se transforma en una utopía inalcanzable si no existe
una sociedad con altos niveles de conocimiento y capacidad generalizada de
generar en forma permanente y natural nuevas habilidades. Sólo así puede
aspirar a tener oportunidades, el resto, por el contrario, tiene grandes
dificultades para acceder a un trabajo calificado, simplemente porque no está
capacitado. Quizás puede comer, y hasta trabajar precariamente y mantener a su
familia; pero no forma parte de la sociedad aspirada porque no sabe manejar las
herramientas que le permitan estar incluido.
El conocimiento
pasa a ser un insumo estratégico para agregar valor a cualquier iniciativa,
determinante para poder progresar, y su escasez o insuficiencia genera una
nueva forma de exclusión que se suma a la de nuestros eternos marginales, tal
es la que no permite acceder a las oportunidades que pueda tener nuestra
sociedad, aún contando con una estrategia de desarrollo con objetivos claros,
con prioridades claramente identificadas, con un sector público con voluntad de
comprometerse y con un sector privado e institucional con la intención de
involucrarse.
La necesidad
social de esta nueva relación instala a la Universidad en un nuevo protagonismo
que pueda interpretar la velocidad de los cambios y la mayor complejidad de las
organizaciones.
El desafío es
ensanchar y versatilizar el compromiso de la Universidad en la
transferencia de conocimientos, incorporando nuevos sectores al contacto
universitario, diseñando los mecanismos adecuados para generalizar estos
procesos y aprovechando cada etapa formativa como un ciclo que permita aumentar
la competitividad individual para insertarse activamente en el mercado de
trabajo.
Segundo paradigma: La integración y
cooperación interinstitucional en la formulación de estrategias concertadas
para un desarrollo sustentable y el desarrollo de tecnologías para
gestionarlas.
"La
Educación Superior y otras instituciones y organizaciones académicas,
representan un factor necesario en el desarrollo y la aplicación de estrategias
y políticas de desarrollo" (Documento sobre Políticas y Estrategias -
UNESCO- 1995)
La Universidad
Nacional de La Plata siempre mantuvo fuertes vínculos con las Comunidades en
general, y en particular en su zona de mayor influencia, a través de sus
Unidades Académicas, atendiendo a sus demandas específicas; sin embargo, hoy la
conformación del contexto es diferente y reclama relaciones estructuradas y
orgánicas, que interpreten objetivos, identifiquen prioridades, puedan
aprovechar oportunidades y permitan en la respuesta, un aprovechamiento
integral de todo el potencial universitario.
Pero sólo puede
identificarse una oportunidad si existe una estrategia, si no, sólo será una
distracción; y sólo puede diseñarse una estrategia si existen algunas
certidumbres sobre las cuales basarla. Tener esa certidumbre en un momento
signado por la incertidumbre, significa tener conocimiento de las tendencias,
de los cambios que se producen en las mismas y sobre todo, estar preparados
para afrontarlos.
Los gobiernos en
particular y las empresas e instituciones de la Sociedad Civil en general, en cualquiera
de sus niveles, además de buenos administradores, deben ser conductores o
participar en las decisiones fundamentales que definan los destinos de su
comunidad y deben ser gerenciadores de su propio destino -esto también le toca
a la Universidad en donde las decisiones que tome hoy afectarán su futuro y el
de la región en las próximas décadas-. Deberán innovar y desarrollar su
capacidad de iniciativa en forma permanente para poder permanecer y más aún
para progresar. Pero en un proceso en el que es necesario imaginar modelos,
encontrar caminos y crear los medios a medida que se protagoniza; sin
información y capacidad de análisis que la transforme en conocimiento, sin
tecnología que oermita utilizarlo en tiempo real , sin profesionalismo y sin
una base conceptual clara, que defina, delimite y condicione estas
herramientas, es cada vez más difícil producir resultados.
Además, las
tecnologías que tienen la mayor influencia en el buen desarrollo de las
instituciones -y también las empresas- están fuera de su campo gerencial y por
lo tanto el desarrollo de habilidades en su propia organización para
aprovecharlas es inexistente, simplemente porque no las conocen. Los
trabajadores del conocimiento deberán saber de su tarea más que nadie dentro de
su organización, aún más que sus jefes, de lo contrario, su utilidad será
relativa y por lo tanto se volverán vulnerables y prescindibles.
Estos aspectos
señalan la evolución de un proceso que comienza con un conocimiento preciso de
la realidad propia y del contexto, y con la necesidad de definir objetivos
propios y compatibilizarlos con objetivos comunes, en procesos de concertación
que sepan generar consenso sobre esos objetivos (y contener los discensos y
objetivos particulares) en cuanto al rumbo a seguir por una Sociedad. Este
proceso continúa en la identificación de prioridades que lo ordenen, comenzando
por los factores que, al mismo esfuerzo, produzcan un efecto positivo y
solidario mayor. Y que hoy, condicionado por la competitividad en el contexto y
por la complejidad de las variables que participan, debe definir parámetros de
calidad que vuelvan sustentable la estrategia para lograr el progreso aspirado.
Esta visión de
lo complejo instala a la
Universidad en el centro de la escena y le exige un esfuerzo
formidable para involucrarse, integrarse y aportar a ese objetivo.
Tercer paradigma: La competitividad
individual, institucional y social, basada en la calidad.
Quizás la
primera definición de calidad en un mundo globalizado y sobre todo en una
Sociedad de Masas que consume, esté dada por la falta de quejas. Sin embargo,
éste es un parámetro demasiado blando en el contexto de competitividad en que
se debate la Sociedad del Conocimiento, que exige que la calidad esté definida
por la satisfacción manifiesta de sectores cada vez más amplios. Y por supuesto
que no estamos hablando solamente de productos -incluyendo aquellos que una
universidad pueda generar-, aún en el sentido más amplio del término: estamos
hablando fundamentalmente de calidad de vida y acciones para ayudar a reducir
las grandes asimetrías sociales y económicas.
Nuestra sociedad
deberá buscar su progreso por vía de la competencia y todas sus instituciones
tienen que hacer de la competitividad global una meta estratégica,
multiplicando fortalezas y resolviendo debilidades, aprovechando oportunidades
y asumiendo riesgos, sin embargo, las ventajas competitivas que la universidad
debe promover, serán las que sea capaz de desarrollar - adquirir por sí misma,
empezando por el conocimiento y siguiendo por la organización, la creatividad,
la transparencia, la innovación, la investigación, la información y hasta la
consolidación de la identidad. Todos esos aspectos, en un proceso competitivo
serán medidos por su calidad.
Quizás alguno de
ellos sea necesario construirlos desde su ausencia, a otros consolidarlos y a
otros aprender a generarlos, sin embargo, el objetivo final siempre deberá ser
el de liderar los procesos: "Hace falta mucho más energía y trabajo para
pasar de la incompetencia a la mediocridad, que de un desempeño de primera
categoría a la excelencia" (P.Drucker).
La calidad en
nuestra universidad enriquece entonces su significado y alcance con la búsqueda
del nivel de excelencia que debe alcanzar toda actividad universitaria,
preservando la identidad institucional, la pertinencia de los procesos y la
evaluación permanente interna y externa, basada en la necesaria comprensión del
contexto.
"La forma
de organización académica y de gobierno de la institución, los valores y normas
que transmite y la modalidad de su transmisión y, finalmente, el impacto que
ejerce y se propone ejercer sobre la sociedad a través de su acción académica
de docencia, producción científica, servicios y transferencia y los ideales
sociales y culturales que encarna y promueve, son los aspectos a tener en
cuenta para la construcción del modelo de calidad y su evaluación, porque es
menester que exista pertinencia entre el marco referencial donde se desarrollan
los programas universitarios y el abordaje que se hace desde su conceptualización"
(Profesora Alicia R. W. De Camilloni)
Dotar de estas
herramientas y cualidades a cada individuo, a la sociedad actual y a las
instituciones y actores que asumen responsabilidades fundamentales, requiere de
nuevos esfuerzos y compromisos de cada uno de ellos y en particular del
conjunto de la Universidad.
Abre un nuevo
espacio que es necesario estructurar para que sea efectivo en el aporte, donde
la conceptualización del contexto, la capacidad de adaptarse a los cambios, la
participación calificada, institucional y social, en el proceso de concertación
que defina y legitime rumbos, el desarrollo generalizado y la transferencia de
tecnologías y habilidades acordes al nuevo escenario, se perfilan como los ejes
de la reflexión y el debate, pero fundamentalmente nos compromete a
gestionarlos, articulando criterios de eficiencia (de naturaleza económica),
eficacia (de naturaleza administrativa), efectividad (de naturaleza política) y
relevancia (de naturaleza cultural).
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