El glufosinato de amonio y el
glifosato son utilizados en cultivos transgénicos tolerantes a herbicida, que
representan actualmente el 75% de todos los cultivos transgénicos del mundo.
Ambos son venenos metabólicos sistémicos que se teme podrían tener una amplia
gama de efectos nocivos. Esos temores han sido confirmados.
El glufosinato de amonio está
asociado con toxicidad neurológica, respiratoria, gastrointestinal y
hematológica así como con defectos congénitos en seres humanos y mamíferos. Es
tóxico para las mariposas y numerosos insectos benéficos, para las larvas de
almejas y ostras, en la Daphnia y ciertos peces de agua dulce, en
particular la trucha arco iris. También inhibe el desarrollo de bacterias y
hongos beneficiosos del suelo, especialmente los que fijan nitrógeno.
El glifosato es la causa más
frecuente de reclamaciones y casos de envenenamiento en el Reino Unido. Se han
registrado trastornos de numerosas funciones fisiológicas luego de una
exposición a niveles de uso normales. La exposición al glifosato prácticamente
duplicó el riesgo de aborto espontáneo, y los hijos de quienes trabajan con
glifosato presentaron un elevado índice de trastornos de neurocomportamiento.
El glifosato provocó un retraso en el desarrollo del esqueleto fetal en ratas
de laboratorio.
El glifosato inhibe la
síntesis de los esteroides, y es un agente genotóxico en mamíferos, peces y
sapos. La exposición de las lombrices a las dosis habitualmente aplicadas en el
campo provocó una mortalidad de por lo menos un 50% y lesiones intestinales
importantes entre las lombrices sobrevivientes.
El Roundup provocó
disfunciones en la división celular, que podrían estar asociadas con algunos
tipos de cáncer en seres humanos. Los efectos conocidos tanto del glufosinato
como del glifosato son suficientemente graves como para detener la utilización
de los herbicidas.
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